Pensamos que la vida es eterna, nos pertenece, y la muerte no existe. No, la vida y la muerte es un minuto, un instante. Un recuerdo lejano. Es un mensaje que dice: Murió un soldado, el cabo, el teniente. Un tiro, una trampa. Te preguntas por qué no fui más bueno, más justo, mejor padre o mejor hijo. Ya no hay caricias, no hay aplausos. Todo se vuelca a una sola cosa, la vida o la muerte y prefieres la vida. Te aferras a ella. ¡Te gusta tanto! Pero sientes la muerte cuando el herido de muerte estrecha tú mano como despedida, y te pide que escribas la última carta. A los hijos que adora. A la esposa que ama. Me niego a escribir, para que se aferre a la vida. Me voy para el cielo, Un sueño he cumplido, a papá no le esperen. Amaré a mis hijos más allá de esta vida.! ¡ Quiero que escribas! Le pido se calle, que no diga más cosas. El sabe o presiente que se le va la vida. Me aprieta la mano como última seña. Le pido que aguante, que le esperan los suyos. Termina diciendo: ¡Llevaré en mi alma el recuerdo vivido.! Siento que se quiebra el respiro, y me culpo por no haber escrito su carta. Me duele el alma, inclino mi frente por reverencia; ya es tarde, me digo. El lodo, no siento. Quiero pensar que la lluvia que cae es lo que baña mis ojos. Acaricio su cara. Ya no responde. Le abrazo y le digo: ¡Cumpliste tu sueño, de morir por la Patria! |
viernes, 23 de septiembre de 2011
LA CARTA NO ESCRITA (ESCENARIO TIWINTSA) :
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